Cristina Kirchner inauguró el 28 de septiembre pasado, Atucha II, la tercera central nuclear argentina, luego de tres décadas desde que se inició el proyecto. La presidenta anunció que sumará 745 megavatios al sistema eléctrico, además de hacer aportes a la industria de defensa para el desarrollo de investigaciones sobre el uso pacífico de la energía atómica. También anunció la continuidad de la aplicación de políticas públicas destinadas a seguir desarrollando esta fuente de energía y resaltó nuevos objetivos, como las obras para alargar la vida útil de la central cordobesa de Embalse, la construcción de Atucha III y la del reactor nuclear Caren, de diseño argentino. La tercer planta nuclear argentina, demandó una inversión de 10.200 millones de pesos y aportará al sistema eléctrico 745 megavatios, sumándose a los 335 que aporta Atucha I y los 600 de Embalse. Hasta ahora, las instalaciones de este tipo cubrían el siete por ciento de la capacidad del sistema eléctrico argentino, mientras que con el aporte de la nueva central, el número subirá hasta diez por ciento.
Frente a esta situación, nos preguntamos : ¿Energía para qué? ¿Energía para quién? ¿Se proponen las centrales nucleares como oferta de energía para alimentar un modelo desarrollista que agota los ecosistemas, suministro de bienes para las transnacionales? ¿Necesitamos asumir semejantes riesgos y consecuencias nefastas para alimentar a las corporaciones mineras extranjeras, las mayores consumidoras de energía del país?. ¿Qué impacto ambiental tiene este aumento? ¿Cuáles son posibles fuentes energéticas alternativas?.
En RAP, dialogamos con Javier Rodríguez Pardo, sobre la complejidad de instalar una nueva central nuclear, ¿ Se puede modificar el paradigma energetico?, que problemas y consecuencias negativas trae este tipos de proyectos?.
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