El sábado 28 se llevó a cabo en La Plata una charla sobre la experiencia chilena Biblioteca Recuperada, abocada a recopilar libros censurados durante la dictadura cívico militar en el país trasandino. La actividad fue organizada por Libros que muerden, un proyecto similar que funciona en La Plata recuperando literatura infantil y juvenil prohibida durante el proceso dictatorial argentino.“Fuimos a Chile y queremos contarlo. Trajimos imágenes, palabras, voces. Quedan invitados a conversar, pensar y pensarnos”, anticipaban en la convocatoria.
Ramón Castillo se conmovió con las fotos. Ese fue el primer paso. Se detuvo minuciosamente en el registro realizado por fotógrafos enviados desde distintos lugares del mundo para cubrir la quema de libros ordenada por Pinochet que tuvo lugar en las Torres de San Borja el 23 de septiembre de 1973, exactamente doce días después del golpe de Estado. Este complejo de edificios fue uno de los bastiones de Allende en la Unidad Popular para brindar una solución habitacional a la clase media chilena. Allí se llevó a cabo una de las quemas más importantes de bibliotecas personales.
Castillo exploró esas imágenes con lupa, hizo zoom en las tapas de los libros que se estaban incinerando, en los ejemplares que los soldados trasladaban hacia las piras distribuidas en el asfalto. En una tarea detallista, anotó cada uno de los títulos que pudo distinguir. Durante años, se abocó a recuperar aquellos títulos que habían pertenecido a bibliotecas personales hasta entonces perdidas, desmembradas, destruidas, y armó una red de complicidad con bibliotecólogos, artistas, historiadores. En agosto de 2013, participó como uno de los impulsores y curador de la muestra de ese material en la Universidad Diego Portales.
La inauguración de esa exposición, que estuvo vigente hasta noviembre del año pasado y llevó el nombre "Libros quemados, escondidos y recuperados a 40 años del golpe". A través de la muestra del material, se propusieron diálogos y debates en torno a la prohibición y destrucción de libros durante la dictadura de Pinochet, dando cuenta de la estrategia de anulación y negación de la cultura del país que se desarrolló con estas prácticas. Los 800 ejemplares que componen el proyecto se expusieron durante tres meses y hoy forman parte de la colección "Biblioteca recuperada" de la biblioteca Nicanor Parra de la universidad. Además, la muestra se conformó de instalaciones multimedia y obras realizadas especialmente para esa ocasión: la presencia de múltiples dispositivos buscó interpelar todos los sentidos para llevar a cabo esa tarea –siempre inconclusa, siempre conflictiva- de hacer memoria. Esta elección invitó a pensar que las bibliotecas no sólo se componen de libros, sino también de relatos, testimonios, recuerdos. Y ausencias: los títulos que faltan, los materiales irrecuperables, los documentos aún dispersos, los silencios.
Durante la dictadura chilena, muchos libros -por temor, autocensura u orden explícita de los mandos militares- fueron quemados, escondidos o enterrados en miles de hogares e instituciones, configurando un espectro de autores, títulos y temáticas silenciadas, imposible ya de precisar y cuantificar. Se destruyeron millones de obras, pasando por escritores latinoamericanos o sencillamente publicaciones educativas, culturales, filosóficas o políticas. Desde Biblioteca Recuperada, definieron su propuesta como un ejercicio de memoria y recuperación a partir de una exposición que se abre como campo de investigación de la historia nacional. Y se presentó, fundamentalmente, como “un homenaje a los lectores”.
Durante la dictadura chilena, muchos libros -por temor, autocensura u orden explícita de los mandos militares- fueron quemados, escondidos o enterrados en miles de hogares e instituciones, configurando un espectro de autores, títulos y temáticas silenciadas, imposible ya de precisar y cuantificar. Se destruyeron millones de obras, pasando por escritores latinoamericanos o sencillamente publicaciones educativas, culturales, filosóficas o políticas. Desde Biblioteca Recuperada, definieron su propuesta como un ejercicio de memoria y recuperación a partir de una exposición que se abre como campo de investigación de la historia nacional. Y se presentó, fundamentalmente, como “un homenaje a los lectores”.
Entablar diálogos que atraviesen el continente
Las experiencias "Libros quemados, escondidos y recuperados a 40 años del golpe" y Libros que Muerden dialogan a ambos lados de la cordillera. Hablan de quemas, formas censura y clausura, decretos que dictaminan prohibiciones, pero también de recuperación, hallazgos, lecturas y prácticas de memoria. Proyectos para revisar el pasado para pensar el presente.
Las dictaduras cívico militares que tuvieron lugar en el continente latinoamericano durante las décadas del 70 y 80 no se dieron de manera aislada e independiente. A través de la Operación Cóndor se estableció la coordinación de operaciones de persecución, secuestro y desaparición de personas entre las cúpulas de los regímenes dictatoriales de todo el Cono Sur de América -Chile, Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay, Bolivia y esporádicamente, Perú, Colombia, Venezuela, Ecuador— con la participación de la CIA de los Estados Unidos. Los planes sistemáticos de desaparición de personas desarrollados a nivel local tuvieron una correspondencia con el proyecto, también sistemático, de desaparición de símbolos, discursos, imágenes y tradiciones.
Las formas de prohibición y censura se dieron en Chile de una manera similar a la Argentina, aunque con algunos matices. “Hay cosas que nos hermanan y otras diferentes en estas dos dictaduras, no sólo por la cantidad de tiempo que duraron, sino por los procesos posteriores”, aclaró Florencia Bossié, integrante de Libros que muerden, en diálogo con Radio Futura. También explicó que en Argentina se cuenta con varios archivos que dan cuenta de los mecanismos de censura, a diferencia de la situación chilena, donde aún hay una ausencia o falta de documentación.
Asimismo, Bossié destacó que “En Argentina hubo, efectivamente, un plan sistemático, organismos del Estado e intelectuales dedicados a analizar los libros. Los chilenos dicen que allá no fue tan sistemático, el azar jugó más. Y hay que ver que nosotros también llevamos, por haber sido la dictadura chilena más larga, una ventaja mayor de procesos de generación de memoria Es una cuestión de tiempos y procesos sociales, son caminos que hay que transitar para que algunas cosas vayan decantando”.
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