martes, 12 de mayo de 2015

Campaña por los derechos laborales de los becarios y las becarias

El colectivo Jóvenes Científicos Precarizados en La Plata está llevando a cabo una campaña para que la investigación científica que realizan los/as becarios/as sea reconocida como trabajo. Pablo Pesco, integrante de esta agrupación,, se refirió a las condiciones de precarización e inestabilidad que atraviesan quienes están enmarcados en estas becas.

“La precarización laboral es de larga data”, cuenta Pablo Pesco, que se desempeña como becario del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), la agencia que centraliza a los institutos de investigación del país.

En el ambiente científico, hasta hace poco tiempo parecía indiscutible la idea de que los becarios y las becarias no eran trabajadores por estar transitando una etapa de formación. “El CONICET nos estaría pagando para que realicemos nuestro doctorado”, explicó Pablo, "pero, en la realidad, una gran parte del organismo está constituida por becarios: aproximadamente un 46 % de la planta, aunque no son reconocidos como parte de la planta". En la práctica, esto significa que no cuentan con los derechos laborales como aguinaldo, aportes jubilatorios, la obra social no es familiar y se ofrece una cobertura médica muy limitada. Además, Pablo aclaró que "las vacaciones dependen de la autorización de los investigadores, de estamento superior, las licencias por maternidad son más limitadas que las generales".

 P. Pesco sobre la situación de los becarios

Esta campaña busca visibilizar la situación de los becarios y becarias, y generar un Convenio para Trabajadores Sectorizados que reconozca todos estos derechos laborales y que defina a los becarios como trabajadores en blanco, si no es incorporación a planta, a través de un contrato.


P. Pesco, reclamos y pasos a seguir


El estatus del becario

Pablo contó que las becas doctorales duran 5 años, y las post doctorales. Hay un límite de edad para presentarse, cuestión que está siendo discutida. Los becarios de investigación tienen entre 25 y 35 años, son licenciados de carreras de universidades nacionales que entraron en el CONICET a través de becas de las universidades para hacer un doctorado.

Desde estas instituciones se entiende la beca como un aporte económico para quienes siguen estudiando. Sin embargo, se demanda una dedicación exclusiva a la investigación, y otras obligaciones, como si se tratara de un trabajo: “con 40 horas semanales, no podés tener otro trabajo, salvo un cargo docente de 10 horas en la facultad o en secundario. Además, formamos parte de la producción científica que luego se utiliza para reproducir el sistema, como la producción de papers, publicaciones en revistas europeas o norteamericanas”.


P. Pesco sobre, la concepción elitista de la ciencia


El rol del Estado

El CONICET es un organismo relativamente autónomo y depende del Ministerio de Ciencia y Tecnología de Nación. Si bien bajo la gestión actual es mucho más progresista en comparación con otras épocas de mayor clausura, entra en tensión con la gestión interna del CONICET, que sigue siendo mayoritariamente conservadora. Esta tensión recae sobre los trabajadores y las trabajadoras.
Pablo afirma que el Estado es “cómplice de la precarización laboral”, pero que actualmente el problema se encuentra en el interior, en el núcleo conservador que persiste dentro de la institución.

Por otra parte, Pablo cuestionó la extendida idea de beca como un favor que hace el Estado, mientras que dialogó sobre maneras posibles de “dar vuelta” esa concepción con una perspectiva más nacional y latinoamericana.



La ciencia es política

Detrás de estas lógicas de precarización laboral subyacen concepciones elitistas de larga data acerca de qué es la ciencia y de quiénes pueden hacerla.

El academicismo del CONICET preserva imágenes del investigador como alguien que tiene las condiciones económicas resueltas para dedicarse a esta labor sin tener que trabajar. Esta concepción se manifiesta en la forma en que la ciencia como institución se reproduce, en la soledad del científico, en la lógica competitiva que lleva a buscar colocar la producción afuera, en publicaciones europeas o estadounidenses, a pagar por publicar, para cumplir con las obligaciones que permiten seguir siendo becario o investigador, según Pablo.

El hecho de que los becarios se auto reconozcan como “trabajadores precarizados” genera un quiebre que escandaliza a la ciencia de la elite.La lucha apunta a cuestionar y a repensar estas idead y el rol de los investigadores en la producción de una ciencia que es social y colectiva, que busca transformar la realidad nacional y latinoamericana.

Para situar el conflicto, Pablo propuso pensar en las nuevas necesidades que surgen en la academia a partir de la masificación de la educación universitaria en nuestro país. Nuevos contextos generan nuevas preguntas, ¿para qué hacemos ciencia? ¿para quienes? ¿Tenemos que pensar proyectos productivos para el país, proyectos culturales? Son algunos de los cuestionamientos que se discuten. En este sentido, también dijo que “hay que cuidar al científico y darle libertad para que pueda crear nuevas cosas y así transformar la realidad”.

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