El 27 de abril se celebró la primera Cátedra Libre Virginia Bolten del año, en la Facultad de Ciencias Exactas de la UNLP. La feminista italiana Silvia Federici, autora de Calibán y la bruja, mujeres, cuerpo y acumulación originaria, habló sobre su obra y su militancia. El libro acaba de ser reeditado por el colectivo editorial Tinta Limón.
Un sendero de globos verdes y violetas conducía al Auditorio de Física. El violeta, es, mundialmente, el color del feminismo. De esos anteojos que la periodista feminista Nuria Varela dice que sirven para visibilizar las opresiones, y que una vez puestos ya no se puede volver a mirar el mundo sin ellos. Pero también se lo reconoce como el color de la transmutación, de las transformaciones. El verde es el color asociado a la vida. Identifica a la Campaña Nacional por el Aborto Legal, Seguro y Gratuito. En estos encuentros es común ver los vivaces contrastes cromáticos de los pañuelos verdes, que recuerdan a la vegetación, por qué no al bosque oa la selva contra un cielo nocturno, violeta, revuelto.
El anfiteatro estaba lleno. Había dos maneras de sentarse en los largos asientos de madera: por un extremo o por el otro. De una u otra forma, para que alguien se pudiera sentar, era necesario desplazar a varios ocupantes. Cuando alguien quería salir de los bancos, los demás se iban levantando de a uno, como una ola humana en un estadio. Una ola feminista. Más de una y más de uno habrán pensado en esos bancos, que dificultaban el movimiento, podían asociarse con el disciplinamiento sobre los cuerpos para transitar por instituciones educativas como la academia.
Y allí, en un edificio de la universidad, se congregaron, sobrepasando la capacidad de los asientos, más de 500 personas -según la cuenta de la misma Cátedra Libre Virginia Bolten- para escuchar a Silvia Federici, activista feminista, historiadora e investigadora.
Por la despatriarcalización del conocimiento
La cátedra se propone como un espacio posibilitador de diálogos entre saberes populares, que buscaponer en cuestión las lógicas academicistas que se dan en instituciones como la educación. Para que, como dijo una de las integrantes de la Colectiva Asesora de la Cátedra, Claudia Laudano en la presentación de la charla, “seamos más libres que cátedra”. Despatriarcalizar implica cuestionar los lugares de autoridad desde donde se presenta el conocimiento como verdades absolutas. Visibilizar las matrices en donde se sitúa la producción de saber para reconocer las relaciones de poder, y poner así en juego otras maneras de relacionarse con el conocimiento, en tanto construcción histórica atravesada por los contextos políticos, en una puesta en diálogo de los saberes que se tejen desde distintos lugares, en las luchas populares, en la cotidianidad de la calle, en la producción académica.
Los encuentros comenzaron en La Plata, el año pasado. En ese año fueron tres, celebrados en diferentes lugares, como la Facultad de Trabajo Social de la UNLP, el Centro Cultural y Político Olga Vázquez y el patio del Rectorado de la Universidad, se buscó generar un espacio para pensar colectivamente un feminismo intercultural que permita recuperar los saberes expropiados por la modernidad, para descolonizar la palabra y los cuerpos.
Calibán y la bruja. Mujeres, cuerpos y acumulación originaria
Silvia Federici durante su exposición en La Plata |
Por su parte, Claudia Laudano, propuso pensar los cuerpos como territorios de lucha, de escritura, como “sustrato para la expresión y la representación”, como objeto de políticas corporales y de diferentes apropiaciones generacionales. También recuperó del libro de Federici la imagen de las brujas, el papel de la iconografía en las representaciones sociales que circulaban acerca de las mujeres. La figura de la bruja sirvió durante siglos para demonizar y deslegitimar a las mujeres. Para perseguirlas y controlarlas, para marginarlas de la política.
Laudano concluyó su presentación con una frase con la que incluía a todas las mujeres que luchan: “las nietas de todas las brujas que no pudieron quemar”.
El final del encuentro estuvo a cargo de los tambores de las Lenguereale, en el patio del anfiteatro. Ya era de noche y un fuego ardía en el centro del aquelarre.
El final del encuentro estuvo a cargo de los tambores de las Lenguereale, en el patio del anfiteatro. Ya era de noche y un fuego ardía en el centro del aquelarre.
Tinta Limón
Podés descargar los libros de Tinta Limón en www.tintalimon.com.ar |
VIRGINIA BOLTEN
Hay mito en la figura de Virginia. Los historiadores discuten si fue la primera mujer en hablar para los trabajadores y las trabajadoras desde un estrado en Argentina, en la ciudad de Rosario, un primero de mayo de 1890. Anarquista, obrera, activista por los derechos laborales de las mujeres. Se dice que en aquel año fundó La Voz de la Mujer, un periódico que nació para denunciar la explotación que la mujer sufría en las fábricas, aunque la condición de clase pesaba más que la asimetría social entre hombres y mujeres. Agustina Prieto, Laura Fernández Cordero, y Pascual Muñoz, quienes reconstruyeron la biografía de la anarquista dudan sobre esto: “Es ya un lugar común mencionarla como una de las fundadoras de La Voz de la Mujer de Buenos Aires (1896-1897). Sin embargo, no hay indicios de su participación concreta, ni firma ninguna de notas con su nombre”.No hay dudas sobre la importancia de la participación de Virginia Bolten en el activismo de fines del siglo XIX y principios del XX, aunque su figura tiene algo de aura mítica y su biografía sigue siendo materia de investigación.
Para comprender el anarquismo de Virginia Bolten en relación al activismo feminista, es preciso señalar que en 1906 se organiza en nuestro país la Liga de Inquilinos, para hacer frente al desamparo habitacional. El problema afecta directamente la vida de las mujeres que habitaban en conventillos, donde también trabajaban. La vida hogareña se ve amenazada y las mujeres se sienten interpeladas a tomar posición para luchar en el ámbito público, reconociendo que la lucha es política. La Bolten participó activamente de estas protestas sociales. Las luchas sindicales, anarquistas y feministas de principios del siglo xx se amalgamaban.
La Cátedra recupera su nombre como un hito que representa la toma de la palabra. En el primer encuentro del año pasado se habló de “buscar estrategias hasta el cansancio para que otras tomen la palabra”. De eso se tratan estos espacios. De poner en diálogo los feminismos de nuestramérica para recuperar las voces de las mujeres, las guardianas de la memoria larga, las que llevan el territorio en los cuerpos.
Crédito fotos: Melina Deledicque
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