Luego de ser perseguido por su incansable lucha por la libertad del oprimido pueblo sudafricano, Mandela fue condenado a prisión perpetua en un juicio absurdo. Él se paró ante el juez con las siguientes palabras: "Siempre he atesorado el ideal de una sociedad libre y democrática, en la que las personas puedan vivir juntas en armonía y con igualdad de oportunidades. Es un ideal para el que he vivido. Es un ideal por el que espero vivir, y si es necesario, es un ideal por el que estoy dispuesto a morir".
Mandela estuvo preso en Robbin Island durante 27 años, allí un negro como él nos contó del sufrimiento, del maltrato psicológico y físico al que fue sometido; enormes rocas de cal le eran ofrecidas día tras día para ser picadas hasta convertirse en polvo, provocando ceguera y dolor. De esa isla nadie escapaba, los guardas recibían a los presos con la siguiente frase: “Esta es la isla. Este es el lugar donde vas a morir”. Pero él aguantó todo.
Cuando fue liberado en 1990 su mensaje fue de reconciliación “Nuestro pueblo ha muerto innecesariamente. No queremos un baño de sangre, porque la única sangre que correrá es la del hombre negro”.
Luego de lograr el fin del apartheid, fue presidente y Premio Nobel de la Paz. Se retiró de la vida pública en 2004: “No me llamen. Yo los llamaré”
Como símbolo casual o divino hay cientos de animales autóctonos que esperan la llegada del visitante a la isla: son pingûinos, con su bicolor perfecto y parejo, divididos en partes fraccionadas blancas y negras. Blanco y negro en cada ser humano, sería una utopía perfecta, para que cada uno de nosotros pudiera saber que se siente siendo negro, o mejor aun, para que esa diferencia no se le hubiera ocurrido definitivamente a nadie en este mundo. No parece tampoco casualidad que en ese mismo continente te esperen inmaculadas las cebras con su pijamada de fiesta, creo que es el animal más hermoso que he visto, negro y blanco en la misma piel. Es que como si todos estos signos hubieran estado esperando siglos al pirata holandés e inglés gritándole en la cara lo que no quisieron escuchar. O es que el brillo del diamante los cegó hasta la locura.
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